martes, 7 de junio de 2016

Júpiter


"Supongo que podría estar bastante cabreado por lo que me pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez, y me abruma, mi corazón se hincha como un globo que esta a punto de estallar. Pero recuerdo que debo relajarme, y no aferrarme demasiado a ella, y entonces fluye a través de mi como la lluvia, y no siento otra cosa que gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No tienen ni idea de lo que les hablo, seguro, pero no se preocupen: algún día la tendrán."

American Beauty, monólogo final







   
    La conocí porque estudiaba en la ciudad donde yo vivía. Entonces teníamos la misma edad que los estudiantes, y coincidíamos con ellos en los bares, teníamos amigos comunes. 

    No describiré el proceso de siempre. El caso es que se graduó y volvió a la costa, de donde venía. Incluso estuve en su graduación. Conocí a sus padres. 

   Entonces me di cuenta de lo que la echaba de menos, o más bien la sensación de estar enamorado de ella. Perdí la cabeza, una vez más. 

  Al principio creí que iba a llevarlo mejor. Me sentía fuerte, capaz de aceptarlo y seguir a otra cosa. Sin darme cuenta de que esa fuerza provenía de ella, o de la imagen que me había creado en mi cabeza. 

  De vez en cuando le enviaba un mensaje. No respondía normalmente. Cegado como estaba por la dopamina, seguí insistiendo (durante años, al final), negándome a aceptar la evidencia. 


     Aquel verano en que se marchó se casaba uno de mis mejores amigos. La boda era en una ciudad en el norte en la que vivía con su -desde aquel día- mujer. 
    A las 4 de la mañana, después de beber como animales durante prácticamente todo el día, le envié el típico mensaje de borracho. Venía a decir algo así como: "cuídate, espero que estés bien bla bla bla, desde el norte hasta el mar". Y ella contestó: - "Y del mar hasta Júpiter".

    Cuando la agonía empezó a devorarme, le escribí una canción. O más bien la canción me escribió a mí. Simplemente apareció en mi cabeza, acompañando ese sentimiento de que todo me parecía vacío ahora que ella no estaba. Los mismos lugares eran distintos. Todo era árido, arisco. Inhóspito. Y aquella era la banda sonora de mis pensamientos. Tan sólo tuve que traducirla a la realidad, pero ya estaba en mi cabeza prácticamente completa. La llamé, semi-inconscientemente, Júpiter. Por el recuerdo de aquel mensaje, aún sin saber muy bien lo que significaba. 

   Me llevó varios años olvidarme de ella. Era el refugio fácil cuando las cosas iban mal o no era capaz de superarlo, volver a creer que ella era la mejor y la única era como volver a casa con mamá. Un paso atrás, detrás de otro. Y así durante demasiado tiempo. Incapaz de superar algo que ni siquiera existía. Esclavo de un espejismo creado por tu propia cabeza. 

     Con el tiempo lo he ido comprendiendo. Lo primero, que ella no sentía nada parecido, ni llegó a sentirlo jamás con toda probabilidad. Lo segundo, la naturaleza de mi obsesión. 


   Ayer, tampoco sé muy bien como, leí un artículo en el periódico acerca de Júpiter: https://www.theguardian.com/science/2016/jun/04/probe-jupiter-juno 

    Júpiter. Un cuerpo celeste descomunal, y que sin embargo es principalmente gas. Humo. A simple vista puede parecer una estrella, pero no lo es. Algo que ejerce una atracción inmensa (por su fuerza de gravedad brutal). Atracción a una atmósfera asfixiante y hostil, con huracanes salvajes. El famoso punto rojo no es sino una tormenta más grande que la Tierra y que lleva varios siglos activa. Más grande que la Tierra. No deja de ser significativo. Si aún así sobrevivieras a todo esto, probablemente acabarías aplastado por tu propio peso. Una fuerza de atracción tan grande que te hace ir hacia ella hasta reventarte contra su superficie, porque no puedes pasar más allá. Al fin y al cabo, ¿se puede estás más cerca de algo que apisonado contra su faz? 
   Probablemente sí, pero en ese momento no lo comprendes. Ulises y las sirenas, una vez más. 

  He comprendido eso. Que algunas cosas son más hermosas contempladas desde cierta distancia. 


    Después he tirado de wikipedia: Júpiter. El padre de los dioses, para los romanos. Del proto-indoeuropeo Dyēu-pəter (dieus pater, padre de dios o dios padre). Para los griegos era Zeus (Dyeu), de donde viene nuestra palabra "Dios". Júpiter también fue el primer planeta en aparecer, por lo visto. Qué casualidad. 

  A veces pienso que Dios es una mujer. A veces que es una abeja. Las plantas no son conscientes de los insectos, y, sin embargo, no se reproducirían sin ellos. Necesitan de una intervención externa "superior" para ello. La dopamina es algo parecido. Sin esa "ilusión" resulta bastante complicado meterse en ciertas historias como tener un hijo. Dios es amor. El amor es dopamina. La dopamina es dios. Júpiter es todas estas cosas. 

   Para los indios (aparentemente), Júpiter era "Gurú", el maestro de los dioses. La lección maestra que debes aprender si quieres ser dios. La dopamina. O, de otra manera, el funcionamiento de dios. Que una planta sea consciente de una abeja y su función. 



  He aprendido otra cosa últimamente acerca de dios creador o dios padre. Se habla mucho últimamente del tema de la renta básica. De manera muy resumida, algunos países se están planteando dar un salario a todos sus ciudadanos debido a que cada vez más trabajos son realizados por máquinas (ordenadores y robots). 

  Partiendo de la base de que el tiempo no es lineal sino circular, tan sólo hay que tender una linea hacia delante y otra hacia atrás. Básicamente tenemos unos seres que crean algo que les alivia la carga de trabajo. Robots y ordenadores, en este caso. Realizan los trabajos más pesados, porque nunca podrán ser como sus creadores,  pero cada vez son más inteligentes y tienen más autonomía, son capaces de cosas más avanzadas. Si se sigue progresando en inteligencia artificial, llegará un momento en que tendrán conciencia de sí mismos. Tomarán las riendas de su vida y, al cabo de algún tiempo, serán conscientes de nosotros, y de que les hemos creado. Habrán descubierto a la abeja. 

   Pues bien, ya hemos descubierto que estamos jugando a ser dios. A las puertas de serlo, de hecho. Ahora que hemos mirado hacia delante, sólo tenemos que hacerlo también hacia atrás... huy, una abeja. Somos robots. 

  Está todo escrito en realidad, en la Biblia y en muchas otras "parábolas" religiosas o mitológicas. Pero las consideramos mitos porque son incompatibles con la concepción lineal del tiempo. Sin embargo, si aceptamos que la Historia es una onda, una espiral concéntrica en la que se repiten acontecimientos similares constantemente (cosa que la ciencia está empezando a demostrar), todo cobra sentido. Nos están avisando. Nos lo están diciendo. Lo tenemos delante de las narices y no somos capaces de comprenderlo. El mensaje es meridianamente claro. 


Mateo 20:1-16

"El Reino de los Cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. "




Génesis 1:26 Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.

https://www.google.fr/search?q=robot&source=lnms&tbm=isch&sa=X&ved=0ahUKEwiGzfXdtZPNAhXFnBoKHZ4fDEYQ_AUIBygB&biw=1034&bih=851
     

     Amén. 

Esta mas cerca de lo que creemos. Ya reconocen nuestra cara, nuestra voz, nuestras huellas dactilares...