viernes, 19 de febrero de 2016

La Tierra es plana



Quién nos lo iba a decir. Y, sin embargo, se mueve.

  La Tierra es plana. Lo era hasta que tuvimos la capacidad de ampliar nuestro punto de vista, hasta ser capaces de visualizarla desde el exterior, de una manera o de otra. En gran parte empezó con una abstracción, las matemáticas, una deducción lógica. Entonces fue redonda.

  Pero, de la misma manera, quizá ahora esta visión también sea incompleta. Quizá no tengamos los medios o no hayamos caído en la cuenta de que no es sólo redonda, hay algo más. Sólo es redonda desde este punto de vista.

  Y cuál es ese punto de vista: el físico. El que perciben los sentidos, es decir, tres dimensiones. Pero ahora resulta que existen más dimensiones. Resulta que el tiempo fluctúa, pero, de manera inexplicable, en Occidente seguimos considerando el tiempo como una línea, hablamos de un orígen, de un pasado y un futuro. Lo mismo ocurre con el espacio. También hemos demostrado repetidas veces que están ligados pero seguimos anclados al concepto tradicional. ¿Por qué? Porque probablemente tenemos miedo. Esa convención (no es otra cosa nuestro concepto del espacio-tiempo) es nuestra zona cómoda. Preferimos el malo conocido.

  Por qué somos incapaces de ver que la Tierra es más que redonda (igual que es más que plana). Porque utilizamos los instrumentos erróneos para ello: los sentidos físicos tradicionales. Queremos ver otras dimensiones con la vista, con el tacto, con el oído. Partimos de un error de base. Los cinco sentidos sólo reaccionan a estímulos tridimensionales, en mayor o menor grado.

  Entonces, qué utilizamos para poder ver esas dimensiones. El sexto sentido. Y el séptimo, y el octavo. Tantos como dimensiones hay. Y ninguno de ellos es ya físico.
  Por tanto, hay que mirar más hacia el interior que al exterior. La glándula pineal, el "tercer ojo". Un fotorreceptor "atrofiado" en el interior del cerebro. Vaya, qué casualidad.

  Es tiempo (nunca mejor dicho) pues de la filosofía, la imaginación, la intuición. Sólo así nos daremos cuenta de que la realidad es una convención, y del margen de maniobra que tenemos para crearla. En realidad son pensamientos bastante elementales, pero como contradicen las leyes físicas, nos negamos a creerlos. Por ejemplo, tan sencillo como darse cuenta de que no somos la cima de la civilización. Ha habido muchas culturas antes, y no tenían la misma concepción del mundo. Occidente es sólo eso, un punto en el tiempo y el espacio, con su verdad relativa, nada más. A menudo lo olvidamos, precisamente porque creemos que el tiempo es una línea, y por tanto estaríamos a la vanguardia según esa concepción. Nada más lejos.

   Quizá otras civilizaciones no tuvieron los mismos avances en medicina o tecnología, pero desarrollaron otras cosas. Es de un etnocentrismo vil despreciarlos por no alcanzar los mínimos que hemos establecido nosotros. Las comparaciones son odiosas.

  Y ahí está la clave. Probablemente avanzaron menos en lo físico pero más en el resto de planos dimensionales. Eran seres humanos también, al fin y al cabo. Ni siquiera sabemos con exactitud cómo eran sus vidas, y de eso hace tan sólo unos pocos miles de años. Y sin embargo creemos saber lo que ocurrió hace miles de millones de años, hasta el mismísimo origen de todo. Resulta un poco pretencioso para lo mucho que te queda por descubrir en tu propia casa. Lo mismo con el espacio. Queremos conocer los confines del Universo pero ni siquiera sabemos con exactitud lo que hay en el interior de nuestro planeta.

  Nos ponemos contentos porque nos llegan unas ondas de hace 13 millones de años. Y lo descubrimos ahora. No tenemos ni la más mínima idea, por tanto, de lo que está sucediendo ahora mismo en esos lugares. Y no duraremos 13 millones de años para explicarlo ni comprenderlo. Mirar a las estrellas es mirar al pasado. Muchas de ellas probablemente ya no existan, y habrá otras nuevas cuya luz todavía no nos ha llegado. Hasta la propia luz del sol tarda unos minutos en llegar a la Tierra. Podría haberse apagado ahora mismo y seguiríamos pensando que está ahí durante unos minutos. Es de sentido común, pero seguimos dándonos cabezazos contra la pared. El Multiverso se está riendo de nosotros. Y con razón.

   Qué forma tiene, pues, la Tierra, el Multiverso. Si a algo se parece, es más a una cebolla infinita, es concéntrica y casi toroidal. Como todas las cosas. Una muñeca rusa que no se acaba nunca, y que en algún momento vuelve al punto de partida. Una onda. Jamás una línea recta, que, paradójicamente, es una abstracción que raramente o nunca se da en la naturaleza.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario