miércoles, 21 de octubre de 2015

Parasomnia



       No fue casualidad conocerte justo después de despertarme de una larga siesta. Había sido un sábado para olvidar (especialmente), y no había dormido demasiado, ni demasiado bien.

   Se había quedado una habitación libre en la casa, y llegaste en ese momento. Yo, con el cerebro todavía a medio solidificar, me froté los ojos al verte.


       Siempre me he preguntado a dónde van, o de dónde vienen todos esos sentimientos que te invaden cuando te enamoras unilateralmente. Algo en apariencia tan verdadero, y que en realidad es sólo una ilusión. En el sentido más amplio de la palabra. Ilusiona. Poco más. Crees que la amas de verdad. En verdad, la amas de mentira.

   El caso es que también eras maja. Una tía tranquila y agradable, con los pies en la tierra.

Simplemente demasiado perfecta.



     Oh, no, ya no creo en ese amor exacerbado. No es de este mundo. No, gracias. Quizá en otra vida.

 Total, que yo seguí a lo mío y tú a lo tuyo, sin mayor pretensión ni nada remarcable más allá de llevar una buena relación. Cordial. "Diplomática". Tampoco nos cruzábamos casi.


     El piso era un bajo a pie de calle. Una calle tranquila, pero ni las ventanas ni los muros estaban muy insonorizados. Podías escuchar los coches y las conversaciones de la gente al pasar.
    Llamadlo ensoñación, pero una noche escuché llamar a mi puerta. Por dentro. Dos golpes, no más. Medio desperté, y por mi cabeza adormecida lo primero que pasó fue "No". No abras.
    En algunos sueños, y en ese estado en general, todo suele parecer más verdadero, así que no abrí.

         Al día siguiente tenía un vago recuerdo. Pero llamar, llamaron.
Quizá hubiera sido la otra compañera de piso.
   Pero a esas horas. Dos golpes. Y nada más.
 Lo que más me intrigaba era saber qué quería, quienquiera que fuera, soñado o no. Por qué no insistía.

      No te volví a ver en bastantes días, para preguntártelo. Sí vi a la otra, no tenía mucha pinta de haber sido ella. Me lo habría dicho, demasiado extrovertida.
    Cuando te volví a ver, estabas saliendo de casa con un hombre. Yo estaba fuera fumando. Tampoco es que tuviera muchas esperanzas contigo. Todo bien. Cada uno a sus cosas.


      A menudo te dejabas las llaves por fuera de la puerta de tu cuarto. Era algo que me intrigaba también.
   Un día, al volver del trabajo, encontré otra puerta, la del piso, abierta. Creí que habría salido alguien a fumar o tirar la basura, pero no. La dejé abierta un tiempo y no volvió nadie.
    Tampoco le di mayor importancia porque daba a un patio y un portal, y el bloque también era tranquilo. Miré si faltaba algo, de todas formas. Todo en orden.


      Quizá sea la única cosa que tienen en común los sueños y la realidad: si algo se repite varias veces, aprendes. Es la conclusión que he acabado sacando de mis pesadillas. Normalmente me despierto sobresaltado, y entonces descubro que tengo frío, o sed o que necesito ir al baño. Es la forma que tiene tu cerebro de decirte que te tienes que despertar.
    Aunque no catalogaría de pesadilla lo de aquella noche. Lo recuerdo vagamente, pero aparecía una especie de niña que pronunciaba unas "palabras" extrañas. No era angustioso (ni tampoco agradable), pero el mensaje que transmitía era el mismo: levántate, que algo pasa.
    Me levanté para ir al baño. Al abrir la puerta, estabas tu ante ella, en pijama, con el puño levantado. Ibas a llamar.
  - Yushra, ¿estás bien?-
Pero no me contestabas.
- ¿Hola?
    Tan sólo mirabas hacia donde yo estaba, sin parpadear, con los ojos un poco perdidos. La boca algo entreabierta.
   Empezaste a caminar hacia la puerta. Me aparté y entraste en mi cuarto. Te empezaste a meter en mi cama.
- Esa no es tu cama. Ven, te acompaño. -
       Por un momento te detuviste completamente. Después te dirigiste hacia mí lentamente, y me cogiste del brazo.
   Te llevé despacio hasta tu habitación y te metiste en la cama. Me agaché para arroparte y me empujaste por el hombro hasta la cama. Me abrazaste, y te quedaste dormida.
    Te abrí con cuidado los brazos, y salí del cuarto. Cerré la puerta.


       Al día siguiente tampoco te vi. Cuando lo hice, nos saludamos, cruzamos algunas palabras. No parecías recordar nada. Tampoco creo que sirviera de mucho decírtelo, ni que fuera a cambiar nada. Todo bien, cada uno a lo suyo. Tú con tu novio, yo con mis penas y glorias.

      Lo dejaremos así. Será un secreto entre tu subconsciente y tú. La mujer de mis sueños.


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