miércoles, 7 de octubre de 2015

El amor es un lobo para el hombre



 El amor es una bestia salvaje que se aberroncha contra el rocaje vivo. Que si duele, que si es maravilloso, que si es una mierda... en realidad es todo eso, forma parte de un todo.

  Por 25 pesetas, bestia salvaje. Un león, por ejemplo. El león es una criatura hermosísima, pero que, si te acercas, te puede comer. Es lo que tienen las bestias salvajes. Son el perfecto ejemplo de que todo en la vida tiene (como mínimo) dos caras.

  Cuál es el error. Acercarse al león sólo considerándolo hermoso, y no peligroso. Entonces, cuando nos muerde, le cogemos miedo y odio, que en el fondo es lo mismo.

  Por qué nos muerde el león. Por qué, Señor, por qué a mí. Pues principalmente porque es una bestia salvaje, y por lo tanto no atiende a los mismos razonamientos. Su mundo está influido por factores muy distintos, que en muchos casos escapan a nuestro control. A lo mejor tenía hambre. A lo mejor estaba nervioso porque le había perseguido un elefante. A lo mejor creía que le ibas a atacar.

  O a lo mejor lo querías encerrar.

  Por tanto, es, de entrada, bastante complicado intentar comprender al león, y bastante absurdo juzgarlo. Es un proceso largo de observación. Si quieres comprender al león, contémplalo desde lejos, mantén una distancia, no lo molestes, y presta atención a cómo se comporta cuando es libre.

  Pero no hace falta ser un leonólogo para acercarse a él. Basta con un mínimo de sentido común: muerde. Una vez que tengamos esto claro, podemos intentar acercarnos a él. Pero siempre aceptando que la experiencia puede ser maravillosa o traumática. O las dos cosas a la vez. Habrá gente a la que le compensará llevarse un mordisco con tal de tocarlo. Habrá otros que no querrán correr ese riesgo.

  Habrá también distintas intenciones a la hora de acercarse a él. Habrá quien sólo querrá verlo de cerca y admirarlo, o estar a su lado porque eso le hace sentir bien. A este tipo de personas normalmente les bastará con verlo cuando se pueda y se den las circunstancias. Otros querrán tenerlo siempre cerca para admirarlo cada día y para ello intentarán encerrarlo. Estos son los que más bocados se llevarán. Y tal vez lo consigan, si logran vencerlo. Pero esa belleza, aunque más continuada, será menor. Siempre es más hermoso un león en libertad que uno enjaulado.

  Lo ideal sería conseguir que sea él quien se acerque o te deje acercarte. Puedes conseguir esto ganándote su confianza, dándole cosas que le gustan, respetando su espacio... pero si algún día lo tratas mal, no olvides que sigue siendo libre, y que puede marcharse corriendo.


  Si, finalmente, el león te ha mordido, lame tus heridas y cúralas, porque si las dejas sangrar puede acabar contigo, y valóralo de todas maneras. Estar cerca de un león, aunque sea por poco tiempo, es algo que muy poca gente consigue. Y si decides acercarte a otro, seguro que lo harás de otra manera.





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